Sunday, September 24, 2006

DE UNA MUJER Y SU LUZ






Quisiera contar una historia de amor, todo lo que me rodea me evoca ese sentimiento.
La miro a los ojos cada vez que suena el teléfono y la luz que se enciende en su liquida pupila la ilumina por completo por un segundo, solo un segundo porque la llamada no es para ella, y aunque lo sabe muy bien, aunque sabe que la llamada nunca es para ella, la luz es inevitable.
Luego la veo pasearse entre sus dibujos, su flauta y sus sueños de gran novelista, y me parece que la oigo sufrir por ese amor que añora, que sabe que se merece, pero que no existe.
Ella no se da cuenta de que la miro, que sigo cada paso que da, cada suspiro que exhala lo tengo registrado, cada lágrima que se traga es tan evidente para mí. La pobre viene y va por la casa sola, esperando a que llegue el gran momento, a que el trozo de vida que todo el mundo se merece, se le presente fresco y amante, sueña con él, se despierta con el sabor de su piel en la boca, hace planes de lo que dirá, ensaya las miradas, las caricias, se imagina la sensación de sus dedos en sus labios, explorándola, reconociéndola y amándola. Tiene todo preparado, la espera la ha hecho perfecta, ya ha superado todo los inconvenientes: por cada mal entendido habrá un tibio beso que redima el error; cada diferencia será borrada por las yemas de unos dedos tiernos que dibujen su rostro; las lágrimas las tiene todas reservadas para el momento en que sean uno; y las palabras que repasa en las noches de insomnio, están dispuestas en su mente como un abanico que solo basta abrir. Están todas y son todas nuevas, nunca han sido pronunciadas, nunca han tocado el aire, están ahí para poder dar una forma a esa sensación de infinito, de ansiedad de desesperación que la ahoga y la torna vulnerable.

La miro y no se da cuenta. En este momento está imaginando que la sorprende con una cajita musical que toca un preludio de Chopin. Me da pena hablarle y sacarla de la abstracción, porque seguro viene la parte en que ella lo mira a los ojos, se sumerge en su mirada y le toca el alma. Dudo entre irme, para dejarla sola con el momento de estupor, o romper con una palabra el hechizo con que inundó toda la habitación. No me atrevo a perturbarla y me alejo, no sin antes percibir la luz que la rodea, es una luz celeste que recorre su cuerpo y la hace parecer una criatura divina.
Cuando salgo de la casa me siento vacía. Nunca he visto en mis ojos la luz que veo en ella cuando suena el teléfono (aunque siempre es para mí). Las lágrimas que se traga y que solo yo percibo, encierran un misterio de esos que hace años no hay en mi vida, y esa luz que me obligó a salir del cuarto por que me sabía estorbando, me hizo sentir sola, sucia, gris.

Friday, September 22, 2006

Amnesia

AMNESIA

La primera vez que la vi me pareció una especie de artista de circo. Llevaba un cintillo rojo en la cabeza, unas zapatillas de danza y un traje tipo mameluco muy ajustado. No tengo nada contra el circo, pero ella me pareció muy desagradable, sobre todo cuando me dijo:
-¡Por qué no corres tu auto, pajarón!, ¿o crees que Dios hizo la calle pa’ los puros cuicos!
No supe qué contestar, no estoy acostumbrado a que me insulten gratuitamente, así es que me subí al auto y me fui.
Al día siguiente me estacioné un poco más lejos, no quería encontrarme con la bruja, pero resultó que esta vez me la encontré en el casino:
-¿Desde cuando su papito le compró el casino que ahora el lindo se da el lujo de fumar adentro?
Miré mi cigarro recién encendido y contesté:
-Perdón, ¿te molesta?
-Idiota. –me gruñó-.
-Amargada. –le escupí-.
Ahí pasó lo increíble, me miró intensamente, como rogándome que la reconociera, la pupila titilante al borde de estallar en llanto. Si tan solo le hubiera sostenido la mirada un par de segundos más, tal vez lo habría descubierto. Giré sobre mis pasos y salí sin mirar atrás.
Ya en mi casa, dispuesto a dormir, la imagen me atacó sin preámbulos. Los ojos brillantes, desbordados y punzantes como dagas se abalanzaron sobre mí. ¿Dónde había visto esos ojos antes? ¿por qué la urgencia de huir cuando empezaba a distinguir algo familiar en su modo de mirarme?
No podía dormir y me fui al balcón. El aire viscoso de las industrias nocturnas se me pegaba en el paladar y me traía un leve recuerdo de otras noches como esa, los brazos fríos cruzados sobre el pecho, un cigarrillo apagándose en el cenicero, un crepitar otoñal en las calles desiertas y ese aroma desquiciante que parece que reconocemos y en la punta de la lengua se deshace burlándose de nuestro ingenuo intento de capturarlo.

Sin embargo, el aroma no se fue del todo, una pequeña brisa lo empujó directo hacia Víctor, que en ese momento comenzaba su rutinario camino hacia el recuerdo, primero su aroma, luego su voz, su mirada (¡tantas veces su mirada!), finalmente un nombre… Camila.
Como un derrumbe se le vino encima la memoria: Camila, Camila, su amada Camila, dulce y adorada, aire y agua en un solo elemento, vida, Camila… amor.
Lo recordaba muy bien, ni una sombra empañaba el recuerdo. El tipo con que la encontró no era nadie, un compañero de ballet que la ayudaba con los pasos más complicados. El veneno avanzó tan rápido que Víctor tuvo que extirpar la traición de raíz. El problema es que la remoción de Camila del alma de Víctor no resultó tan fácil. Siempre un pequeño resquicio lo lleva todas las noches por el mismo camino: el aroma, la voz, la mirada, el nombre, la traición, el veneno, la amnesia.
Alejandra Rodríguez U.